El crecimiento del campo no es solo una buena noticia económica, es también un mensaje de esperanza para millones de familias campesinas que han sostenido la alimentación del país en medio de grandes desafíos históricos. Según el más reciente informe del DANE, el Producto Interno Bruto (PIB) agropecuario creció 3,8 % en el segundo trimestre de 2025, consolidando cinco trimestres consecutivos de crecimiento positivo. Se trata de un hecho histórico que reafirma al agro como uno de los motores principales de la economía nacional.
En ese contexto, el sector agropecuario representó el 6,3 % del PIB nacional, cifra que supera el promedio histórico y que se mantiene estable desde el inicio del Gobierno del presidente Gustavo Petro. Estos resultados muestran la importancia de las políticas de impulso al campo y la resiliencia de quienes lo habitan y trabajan. El crecimiento se explica, principalmente, por el dinamismo de varios subsectores: la agricultura con un aumento del 4,3 %, gracias a cultivos permanentes como café, cacao, frutales y palma; la pesca y la acuicultura con un 6,1 %, impulsadas por la expansión de la producción de tilapia y camarón orientados a la exportación y la ganadería y actividades conexas con un alza del 2,8 %, motivada por la mayor demanda de carne bovina y porcina.
De igual manera, el dinamismo del campo también se refleja en los mercados internacionales: en el primer semestre de 2025, el café sin tostar creció 82,7 % en exportaciones, alcanzando US$2.713 millones. El aceite de palma aumentó 64,1 %, con US$428 millones en ventas externas. Y las flores y follajes cortados crecieron 9,9 %. Gracias a este comportamiento, los productos agropecuarios ya representan el 31,3 % del total de exportaciones nacionales, superando incluso al sector manufacturero.
Ahora bien, más allá de las cifras, este crecimiento tiene un trasfondo social y humano. La ministra de Agricultura y Desarrollo Rural, Martha Carvajalino, destacó que los avances deben consolidarse fortaleciendo la agricultura familiar, campesina, étnica y comunitaria que produce el 70 % de los alimentos que llegan a la mesa de los colombianos. Esto significa que detrás de cada punto de crecimiento hay comunidades que cultivan, pescan y crían ganado, sosteniendo la seguridad alimentaria del país y generando empleo rural. El crecimiento económico, en ese sentido, se traduce también en dignidad, arraigo y oportunidades para millones de familias que encuentran en la tierra su principal sustento.
De esta forma, el buen momento del agro colombiano refleja no solo cifras positivas, sino también un proceso de transformación donde el campo se consolida como actor central de la economía y como pilar en la construcción de un país más equitativo.
La Reforma Agraria, el acceso a crédito rural, la diversificación productiva y el fortalecimiento exportador son piezas clave de este escenario, donde la voz campesina tiene cada vez mayor reconocimiento. Al final, más allá de los indicadores macroeconómicos, el crecimiento del agro nos recuerda que la tierra y la producción de alimentos son también derechos sociales y territoriales.